Martí escribió: “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles merece honor.” El resto constituye una devaluación visionaria de lo que sería el marxismo en su etapa de gobierno y cito: “Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres”. Luego redondea el análisis con un artículo titulado La futura esclavitud en el que describe lo que sería la estructura del sistema comunista y sus terribles consecuencias sociales. Previene Martí: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, irá a ser esclavo de los funcionarios.”
Los antimarxistas suprimen la primera parte y usan lo que queda para avalar sus afirmaciones derogatorias del comunismo. Igualmente, los filomarxistas se arropan en la cautivadora frase inicial y prescinden de la continuación para poner a Martí de su lado o, al menos, hacerlo pasar por simpatizante. De hecho, nos encontramos con una doble manipulación del texto martiano que pudiera confundir a los lectores fortuitos, esos que forman sus opiniones con apenas un vistazo a los libros.
Algo parecido ocurrió en su momento con el Papa Juan Pablo II y su apreciación del Che Guevara. La anécdota tuvo lugar a bordo del avión de Alitalia que lo transportaba durante uno sus viajes pastorales. Como es usual en cualquier jefe de Estado, casi a mitad del trayecto se presentó en el salón ocupado por los periodistas para saludarlos con algunas de esas frases protocolares típicas de un buen anfitrión. No era una conferencia de prensa, tampoco una tribuna y mucho menos un púlpito, pero uno de los periodistas le preguntó su opinión acerca del notorio guerrillero argentino y el Papa respondió algo muy parecido a lo que más de nueve décadas antes escribiera Martí sobre Marx. Dijo Juan Pablo II: "No lo conozco a fondo, pero sé que se preocupó por los pobres. Consecuentemente, merece mi respeto". Una declaración semejante es lo que los franceses llaman “boutade”.
De un Papa siempre se esperan palabras trascendentes, magistrales, ajustadas en tiempo y espacio a la realidad, inspiradas por el Espíritu Santo, pero ya vemos que no es así. El Papa también puede ser aleatorio por que, a diferencia de Martí, su comentario no tuvo una segunda parte crítica. Entonces, ¿por qué no lo puede ser también monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal, Vicario de Cristo para los territorios del oeste de La Habana? Aleida March, la viuda mal querida del Che, acaba de publicar un libro en el que cuenta las memorias privadas de lo que vivió a su lado. Dicen que no lo idealiza y que, a ratos, se leen entre líneas las insatisfacciones sentimentales que marcaron su matrimonio. Hay muertos que pesan tanto en los recuerdos que no alcanza un millón de palabras para sepultarlos.
Leí, en la edición digital de Granma, el artículo que escribió el Vicario a propósito del libro y no encontré nada ofensivo a las víctimas del guerrillero argentino, ni merecedor de tanto vituperio que ha provocado. Por el contrario, desaprueba sin titubeos “los excesos” del Che, repudia sus métodos inicuos, habla de su frialdad e, incluso, de la ferocidad que exhibía en sus actos de muerte. Es más, cuando el monseñor se define a sí mismo como socialista lo hace dejando claro que su filosofía no está influida por Marx, sino por la Doctrina Social de la Iglesia, algo que muchos compartimos. Con la Rerum Novarum todavía vamos.
ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA
Nacido Ernesto en la polvorienta ciudad argentina de Rosario, sus males de la respiración lo obligaban a permanecer largas horas echado en la cama, casi en estado vegetal. Su entretenimiento fueron los libros de viajes y las historias de héroes con las que se equipó la imaginación. Serían tantas las lecturas y el salbutamol que confundió su destino. No murió untado por el óleo de los inmortales, sino perdido en un monte abrupto, culpable de su incompetencia, sin derecho a una oportunidad adicional en la vida, por que aquellos que pensaba redimir no se lo habían solicitado.
Tiempo de motocicleta. Cuentan que antes de cumplir los 20 años salió con su amigo Granados a recorrer el mundo en una motocicleta destartalada, los bolsillos vacíos y propósitos franciscanos en la voluntad. Han querido convencernos de que era un rebelde que soñaba con un mundo mejor sin enfermos ni mayorales y que sus sueños correspondían al futuro. Todo eso es falso. Ernestito huyó de su casa por que él y su madre habían escandalizado al vecindario.
Celia era traicionada por su marido que había dilapidado el patrimonio familiar en negocios fracasados y putas caras, al extremo de estar a punto de bajarlos de la clase media. Fue tanta la humillación que ella no supo cortar a tiempo el efluvio de ternezas hacia su hijo asmático que llegó a ser para ambos lo único agradable a lo largo del día. Un refugio secreto al que le faltaron candados para aislarlo de las buenas costumbres. Perdida la sensatez, fueron sorprendidos por el padre en una situación inexplicable cuya consecuencia inmediata fue el divorcio y la fuga de Ernestito sin que se titulara en medicina. En la huella dejaba un escándalo provinciano y el primer punto negro en su controvertida reputación. Años después, como comentario a un accidente lacustre en el que ella casi se ahoga en presencia del hijo, Granados escribiría que Celia había sido la única mujer en la vida de su amigo y Ernesto el único hombre en la vida de ella.
Por el camino hacia ninguna parte, los dos aventureros iban haciendo trastadas. En el leprosorio, Ernesto violó sobre una mesa del comedor a una enferma tan bella que daba lástima ver cómo se le pudría la carne. De su docilidad a la hora de rendirse, le comentó a Granados que “estaba calentita”. A un hombre que los albergó en su casa le puso los cuernos sólo por que la mujer “pedía a gritos que se la cogieran”. Mintieron para comer sin trabajar antes, robaron para llenar el tanque de la motocicleta, y si no asesinaron a alguien en el camino fue por que el revólver que traían se hacía añicos cada vez que apretaban el gatillo. Ya por entonces, para Ernesto, la vida ajena no valía nada.
Tiempo de Guatemala. Cuando se le quitaron las ganas de seguir adelante, Granados regresó a la universidad de Rosario. En cambio, Ernesto continuó hacia Guatemala, donde un coronel presidente llamado Jacobo Arbenz había prometido completar el socialismo espiritual de su predecesor, Juan José Arévalo. El país se llenó de extranjeros alebrestados y lo que debió ser un gobierno simplemente reformista asustó a la Iglesia, a los terratenientes, a los bancos, a mamita yunai y al general Eisenhower. En consecuencia, un comodín armado por la CIA, el coronel Castillo Armas, con una tropa organizada en Nicaragua al abrigo de Anastasio Somoza, el dictador de allá, cruzó la frontera y se apoderó del país. Junto con Arbenz huyeron hacia México los extranjeros trotskystas, anarquistas, comunistas prochinos y prosoviéticos y también Ernesto, que nadie sabía dónde se ubicaba ideológicamente aunque lo sospechaban peronero. El pánico lo había inducido un trío de aviones norteamericanos que pasaron en vuelo rasante sobre los que habían jurado vencer o morir. A Ernesto lo acompañaba Ñico López, un asaltante del Cuartel Moncada que sería su introductor ante Fidel Castro.
Tiempo de México. Fotógrafo callejero, vendedor de almanaques, fregador de platos y otras ocupaciones de poco pago fue todo lo que pudo encontrar Ernesto para costearse una cama y un par de comidas al día. Quiso hacer algo en los hospitales pero aparte del lenguaje profesional no pudo aportar pruebas de que se hubiera graduado de medicina. Para terminar con sus penurias se casó con Hilda Gadea, una aprista peruana que le dio un cuerpo de mujer enamorada donde vaciar sus pasiones. Tuvieron hijos a los que él nunca les prestó la atención debida. La hembra anda hoy día buscando revoluciones a las que afiliarse y el varón, desilusionado, no sabe cómo sacarse de encima las obligaciones que le impone su apellido.
Tiempo de Cuba. Ernesto se enroló en el Granma con el propósito de darle un rumbo coherente a su vida que no aguantaba un tumbo más. Los cubanos de la expedición lo trataban con respeto y lo llamaban doctor y eso le mejoró la autoestima. El mote de Che fue cosa de Camilo Cienfuegos que nunca lo tomó demasiado en serio. Mucho menos después que, en Alegría de Pío, gritó que había que rendirse. La respuesta de Camilo resultó una declaración de principios: “Aquí no se rinde nadie, cojones”. Fue un momento de suprema humillación que el Che trató de borrar con una temeridad suicida ulterior que muchos de sus compañeros creen que era una puesta en escena.
Cuando la guerrilla entró en expansión, Fidel los mandó a él y a Camilo rumbo a Occidente para subordinar a las otras organizaciones revolucionarias que se habían alzado más cerca de La Habana. Eran derroteros diferentes por lo que nadie se ha explicado jamás cómo fue posible que, apenas una semana después de haber salido de Sierra Maestra, el Che pudo tomar a la columna menesterosa de Camilo por una fuerza militar enemiga y ponerle una emboscada. Pero lo hizo y, como ocurriría siempre que actuaba sin la dirección inmediata de Fidel, recibió de Camilo una paliza tal que casi le desintegra la columna. Este tropiezo y otros igualmente desafortunados con el ejército batistiano lo hicieron llegar al Escambray en artículo mortis. Fueron los hombres del Directorio Revolucionario quienes le dieron amparo y escucharon sus lamentos.
A los pocos meses, el gobierno de Batista entró en la crisis final y los cuarteles de su ejército fueron cayendo en manos de los rebeldes uno a uno y cada vez con menor resistencia. La organización de Gutiérrez Menoyo hizo contacto con el coronel Rosell quien, a cambio de una suma de dinero y salvoconducto para escapar a Miami, pactó la entrega del tren blindado en que avanzaba rumbo a Santa Clara. Enterado de esto, el Che aprovechó la indefensión de la tropa que se transportaba en él y se adelantó a Gutiérrez Menoyo para rendirlo sin mayores esfuerzos. Pero como la historia la escriben los vencedores, la escaramuza del tren blindado se convirtió en una batalla mayor consagrada por los cronistas y hasta por una película de Alejandro Saderman y ahora otro par de Soderbergh.
La vanidad del Che era tan sobredimensionada que él mismo llegó a creerse el guerrillero perfecto y para demostrarlo publicó un manual al que muy pronto se le descubrió el verdadero autor. El general filipino Emilio Aguinaldo había escrito casi un siglo antes una guía de comportamiento para sus hombres, basado en la experiencia de su guerra cotidiana contra los invasores de su país. Pero el Che, como distracción en los ratos libres entre un fusilamiento y otro, plagió el texto magisterial del general Aguinaldo y lo presentó como suyo, demostrando de paso que la reorganización del regimiento militar de la Cabaña era una tarea imposible para él. Entonces, Fidel lo envió al sector financiero.
Lo único perdurable que hizo como presidente del Banco Nacional de Cuba fueron las emisiones de moneda nueva firmadas con un arrogante Che característico de alguien afectado por el complejo de inferioridad. En la actualidad, esos billetes constituyen una rareza numismática que beneficia el bolsillo de los coleccionistas. Entonces, Fidel lo envió al INRA para que dirigiera el departamento de Industrias.
Hubo un intermedio peleón porque los comandantes Plinio Prieto, Sinesio Walsh Ríos y Porfirio Remberto Ramírez se habían alzado de nuevo en el Escambray y el Che se ofreció para capturarlos y pasarlos por las armas. Total, si era el mejor de los guerrilleros también podía ser el mejor de sus perseguidores. Pero, por el contrario, a pesar de contar con todos los recursos del gobierno tuvo que ser extraido en helicóptero de la zona de combates por que lo hicieron caer en una celada. Abajo, dejó a sus hombres acorralados y a los tres comandantes rebeldes haciéndole señas para que retornara a la refriega. Entonces, Fidel lo envió de nuevo al INRA.
Allí dio inicio a la consolidación de empresas intervenidas en grandes complejos administrativos, sin contabilidad confiable ni patrimonio reconocible de tantas manos que se sirvieron de ellas. También, a las compras de módulos industriales en el campo socialista que no sirvieron ni para chatarra. Y por supuesto, a las grandes asambleas de producción, las jornadas de trabajo voluntario televisado y la contratación de líderes trotskystas extranjeros para que le dieran asesoramiento en el Ministerio de Industrias, creado a su imagen y semejanza. Fue un derroche tan obsceno de recursos y autosuficiencia que llevaron al país al borde de la quiebra. Entonces, Fidel lo envió al Congo Belga a ver si, por casualidad, ganaba la guerra contra el colonialismo.
Pero no la ganó. Por el contrario, hubo que rescatarlo una vez más no sólo de los soldados belgas y la CIA, sino también de los propios nacionalistas africanos a quienes trataba con la arrogancia de un colonizador. Quiso mostrarles el camino de la victoria pero él mismo no fue capaz de encontrarlo y tuvo que acogerse de nuevo a los auxilios de Fidel y regresar a Cuba cargando una derrota más en su expediente. A esas alturas, era un hombre obligado por una leyenda falsa y en Cuba no había un cargo que le fuera apropiado. Con los soviéticos sostenía una animadversión mutua y a Mao Zedong no le caía bien. Para resolver el conflicto, Fidel optó por mostrarle el mapa de Suramérica con Bolivia en el centro. La sugerencia obvia era que allí podría iniciar la gran lucha final contra el imperialismo norteamericano, y con eso engatusó su ego.
Renán Montero fue el encargado de crear la estructura de apoyo para la guerrilla y asegurar las comunicaciones con La Habana. A través de él debía fluir el dinero y los pertrechos así como los contactos con el partido comunista de Bolivia pero, a los primeros contratiempos regresó a Cuba, llamado por Fidel. Había que reservarlo para misiones realmente prometedoras.
Los días anteriores al desastre final, el Che los pasó dándole bofetadas a Tamara Bunke, castigando a sus hombres por robarse las raciones de comida, intentando un enlace radial con Fidel y escuchando a la radio checoslovaca cuando lo calificaba de aventurero. Rechazado por la población, menguada su tropa por las deserciones, las enfermedades y el hambre, y perdida ya toda esperanza de que le enviaran un helicóptero salvador cayó en manos de los rangers bolivianos. El temerario de la leyenda no tenía heridas en el pecho y sus alforjas rebosaban de balas. Nadie hubiera pensado que podría evadir a la muerte, pero él sí y por eso clamó: “No me maten. Soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto.” Error. Había olvidado el manual para guerrilleros de Aguinaldo y que la vida de un perdedor no vale nada.
Tiempo en el tiempo. Giacomo Feltrinelli era un italiano militante de grupos extremistas y editor de libros políticos. Él tuvo la idea de lanzar un volumen acerca del Che y sus correrías internacionalistas y por eso Korda le entregó la famosa fotografía que luego estamparon en sus camisetas los jóvenes airados de París, en 1968, cuando parecía que ya no habría más orden en el mundo. Aquellos disturbios no fueron planificados por los burócratas del Kremlin ni por los partidos comunistas de Europa, sino estallaron en contra de todo lo establecido, incluso ellos. Las consignas y los disturbios fueron tan espontáneos como los excesos del terrible Daniel Cohn Bendit y sus anarquistas frente a Charles de Gaulle, al caer la tarde del primer día. Corrieron a lo largo del Sena, el Elíseo y Montparnasse, esgrimiendo la imagen inaugural de un santo negativo, erigido de acuerdo con sus escepticismos, pensando que los conduciría al futuro. A ellos y a la prensa hay que adjudicarles la fabricación del mito y la fascinación que durante tanto tiempo ha ejercido el Che Guevara sobre la juventud.
El resto de la historia es sencillo: Muerto, el Che le sirve por igual a las derechas que a las izquierdas, hay quienes lo visten por que está de moda y otros por pura ignorancia, como una mercancía más lo venden y lo pignoran los unos y los otros, y con la boina hay artistas que completan su atuendo de inconformes aunque en realidad hayan pasado por el aro. Gracias este inventario de necedades, Fidel se pudo librar de él y es tan inocuo ya su mensaje que Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal, el Vicario de Cristo para los territorios situados al oeste de La Habana, puede acompañar el duelo de Aleida March y llorar al muerto ”con admiración entrañable”. Después todo, como Juan Pablo II, él tambien tiene derecho a la relatividad.
Jorge Daubar
Miami
jorgedaubar@yahoo.com
Los antimarxistas suprimen la primera parte y usan lo que queda para avalar sus afirmaciones derogatorias del comunismo. Igualmente, los filomarxistas se arropan en la cautivadora frase inicial y prescinden de la continuación para poner a Martí de su lado o, al menos, hacerlo pasar por simpatizante. De hecho, nos encontramos con una doble manipulación del texto martiano que pudiera confundir a los lectores fortuitos, esos que forman sus opiniones con apenas un vistazo a los libros.
Algo parecido ocurrió en su momento con el Papa Juan Pablo II y su apreciación del Che Guevara. La anécdota tuvo lugar a bordo del avión de Alitalia que lo transportaba durante uno sus viajes pastorales. Como es usual en cualquier jefe de Estado, casi a mitad del trayecto se presentó en el salón ocupado por los periodistas para saludarlos con algunas de esas frases protocolares típicas de un buen anfitrión. No era una conferencia de prensa, tampoco una tribuna y mucho menos un púlpito, pero uno de los periodistas le preguntó su opinión acerca del notorio guerrillero argentino y el Papa respondió algo muy parecido a lo que más de nueve décadas antes escribiera Martí sobre Marx. Dijo Juan Pablo II: "No lo conozco a fondo, pero sé que se preocupó por los pobres. Consecuentemente, merece mi respeto". Una declaración semejante es lo que los franceses llaman “boutade”.

Leí, en la edición digital de Granma, el artículo que escribió el Vicario a propósito del libro y no encontré nada ofensivo a las víctimas del guerrillero argentino, ni merecedor de tanto vituperio que ha provocado. Por el contrario, desaprueba sin titubeos “los excesos” del Che, repudia sus métodos inicuos, habla de su frialdad e, incluso, de la ferocidad que exhibía en sus actos de muerte. Es más, cuando el monseñor se define a sí mismo como socialista lo hace dejando claro que su filosofía no está influida por Marx, sino por la Doctrina Social de la Iglesia, algo que muchos compartimos. Con la Rerum Novarum todavía vamos.
ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA
Nacido Ernesto en la polvorienta ciudad argentina de Rosario, sus males de la respiración lo obligaban a permanecer largas horas echado en la cama, casi en estado vegetal. Su entretenimiento fueron los libros de viajes y las historias de héroes con las que se equipó la imaginación. Serían tantas las lecturas y el salbutamol que confundió su destino. No murió untado por el óleo de los inmortales, sino perdido en un monte abrupto, culpable de su incompetencia, sin derecho a una oportunidad adicional en la vida, por que aquellos que pensaba redimir no se lo habían solicitado.
Tiempo de motocicleta. Cuentan que antes de cumplir los 20 años salió con su amigo Granados a recorrer el mundo en una motocicleta destartalada, los bolsillos vacíos y propósitos franciscanos en la voluntad. Han querido convencernos de que era un rebelde que soñaba con un mundo mejor sin enfermos ni mayorales y que sus sueños correspondían al futuro. Todo eso es falso. Ernestito huyó de su casa por que él y su madre habían escandalizado al vecindario.
Celia era traicionada por su marido que había dilapidado el patrimonio familiar en negocios fracasados y putas caras, al extremo de estar a punto de bajarlos de la clase media. Fue tanta la humillación que ella no supo cortar a tiempo el efluvio de ternezas hacia su hijo asmático que llegó a ser para ambos lo único agradable a lo largo del día. Un refugio secreto al que le faltaron candados para aislarlo de las buenas costumbres. Perdida la sensatez, fueron sorprendidos por el padre en una situación inexplicable cuya consecuencia inmediata fue el divorcio y la fuga de Ernestito sin que se titulara en medicina. En la huella dejaba un escándalo provinciano y el primer punto negro en su controvertida reputación. Años después, como comentario a un accidente lacustre en el que ella casi se ahoga en presencia del hijo, Granados escribiría que Celia había sido la única mujer en la vida de su amigo y Ernesto el único hombre en la vida de ella.
Por el camino hacia ninguna parte, los dos aventureros iban haciendo trastadas. En el leprosorio, Ernesto violó sobre una mesa del comedor a una enferma tan bella que daba lástima ver cómo se le pudría la carne. De su docilidad a la hora de rendirse, le comentó a Granados que “estaba calentita”. A un hombre que los albergó en su casa le puso los cuernos sólo por que la mujer “pedía a gritos que se la cogieran”. Mintieron para comer sin trabajar antes, robaron para llenar el tanque de la motocicleta, y si no asesinaron a alguien en el camino fue por que el revólver que traían se hacía añicos cada vez que apretaban el gatillo. Ya por entonces, para Ernesto, la vida ajena no valía nada.
Tiempo de Guatemala. Cuando se le quitaron las ganas de seguir adelante, Granados regresó a la universidad de Rosario. En cambio, Ernesto continuó hacia Guatemala, donde un coronel presidente llamado Jacobo Arbenz había prometido completar el socialismo espiritual de su predecesor, Juan José Arévalo. El país se llenó de extranjeros alebrestados y lo que debió ser un gobierno simplemente reformista asustó a la Iglesia, a los terratenientes, a los bancos, a mamita yunai y al general Eisenhower. En consecuencia, un comodín armado por la CIA, el coronel Castillo Armas, con una tropa organizada en Nicaragua al abrigo de Anastasio Somoza, el dictador de allá, cruzó la frontera y se apoderó del país. Junto con Arbenz huyeron hacia México los extranjeros trotskystas, anarquistas, comunistas prochinos y prosoviéticos y también Ernesto, que nadie sabía dónde se ubicaba ideológicamente aunque lo sospechaban peronero. El pánico lo había inducido un trío de aviones norteamericanos que pasaron en vuelo rasante sobre los que habían jurado vencer o morir. A Ernesto lo acompañaba Ñico López, un asaltante del Cuartel Moncada que sería su introductor ante Fidel Castro.
Tiempo de México. Fotógrafo callejero, vendedor de almanaques, fregador de platos y otras ocupaciones de poco pago fue todo lo que pudo encontrar Ernesto para costearse una cama y un par de comidas al día. Quiso hacer algo en los hospitales pero aparte del lenguaje profesional no pudo aportar pruebas de que se hubiera graduado de medicina. Para terminar con sus penurias se casó con Hilda Gadea, una aprista peruana que le dio un cuerpo de mujer enamorada donde vaciar sus pasiones. Tuvieron hijos a los que él nunca les prestó la atención debida. La hembra anda hoy día buscando revoluciones a las que afiliarse y el varón, desilusionado, no sabe cómo sacarse de encima las obligaciones que le impone su apellido.
Tiempo de Cuba. Ernesto se enroló en el Granma con el propósito de darle un rumbo coherente a su vida que no aguantaba un tumbo más. Los cubanos de la expedición lo trataban con respeto y lo llamaban doctor y eso le mejoró la autoestima. El mote de Che fue cosa de Camilo Cienfuegos que nunca lo tomó demasiado en serio. Mucho menos después que, en Alegría de Pío, gritó que había que rendirse. La respuesta de Camilo resultó una declaración de principios: “Aquí no se rinde nadie, cojones”. Fue un momento de suprema humillación que el Che trató de borrar con una temeridad suicida ulterior que muchos de sus compañeros creen que era una puesta en escena.
Cuando la guerrilla entró en expansión, Fidel los mandó a él y a Camilo rumbo a Occidente para subordinar a las otras organizaciones revolucionarias que se habían alzado más cerca de La Habana. Eran derroteros diferentes por lo que nadie se ha explicado jamás cómo fue posible que, apenas una semana después de haber salido de Sierra Maestra, el Che pudo tomar a la columna menesterosa de Camilo por una fuerza militar enemiga y ponerle una emboscada. Pero lo hizo y, como ocurriría siempre que actuaba sin la dirección inmediata de Fidel, recibió de Camilo una paliza tal que casi le desintegra la columna. Este tropiezo y otros igualmente desafortunados con el ejército batistiano lo hicieron llegar al Escambray en artículo mortis. Fueron los hombres del Directorio Revolucionario quienes le dieron amparo y escucharon sus lamentos.
A los pocos meses, el gobierno de Batista entró en la crisis final y los cuarteles de su ejército fueron cayendo en manos de los rebeldes uno a uno y cada vez con menor resistencia. La organización de Gutiérrez Menoyo hizo contacto con el coronel Rosell quien, a cambio de una suma de dinero y salvoconducto para escapar a Miami, pactó la entrega del tren blindado en que avanzaba rumbo a Santa Clara. Enterado de esto, el Che aprovechó la indefensión de la tropa que se transportaba en él y se adelantó a Gutiérrez Menoyo para rendirlo sin mayores esfuerzos. Pero como la historia la escriben los vencedores, la escaramuza del tren blindado se convirtió en una batalla mayor consagrada por los cronistas y hasta por una película de Alejandro Saderman y ahora otro par de Soderbergh.
La vanidad del Che era tan sobredimensionada que él mismo llegó a creerse el guerrillero perfecto y para demostrarlo publicó un manual al que muy pronto se le descubrió el verdadero autor. El general filipino Emilio Aguinaldo había escrito casi un siglo antes una guía de comportamiento para sus hombres, basado en la experiencia de su guerra cotidiana contra los invasores de su país. Pero el Che, como distracción en los ratos libres entre un fusilamiento y otro, plagió el texto magisterial del general Aguinaldo y lo presentó como suyo, demostrando de paso que la reorganización del regimiento militar de la Cabaña era una tarea imposible para él. Entonces, Fidel lo envió al sector financiero.
Lo único perdurable que hizo como presidente del Banco Nacional de Cuba fueron las emisiones de moneda nueva firmadas con un arrogante Che característico de alguien afectado por el complejo de inferioridad. En la actualidad, esos billetes constituyen una rareza numismática que beneficia el bolsillo de los coleccionistas. Entonces, Fidel lo envió al INRA para que dirigiera el departamento de Industrias.
Hubo un intermedio peleón porque los comandantes Plinio Prieto, Sinesio Walsh Ríos y Porfirio Remberto Ramírez se habían alzado de nuevo en el Escambray y el Che se ofreció para capturarlos y pasarlos por las armas. Total, si era el mejor de los guerrilleros también podía ser el mejor de sus perseguidores. Pero, por el contrario, a pesar de contar con todos los recursos del gobierno tuvo que ser extraido en helicóptero de la zona de combates por que lo hicieron caer en una celada. Abajo, dejó a sus hombres acorralados y a los tres comandantes rebeldes haciéndole señas para que retornara a la refriega. Entonces, Fidel lo envió de nuevo al INRA.
Allí dio inicio a la consolidación de empresas intervenidas en grandes complejos administrativos, sin contabilidad confiable ni patrimonio reconocible de tantas manos que se sirvieron de ellas. También, a las compras de módulos industriales en el campo socialista que no sirvieron ni para chatarra. Y por supuesto, a las grandes asambleas de producción, las jornadas de trabajo voluntario televisado y la contratación de líderes trotskystas extranjeros para que le dieran asesoramiento en el Ministerio de Industrias, creado a su imagen y semejanza. Fue un derroche tan obsceno de recursos y autosuficiencia que llevaron al país al borde de la quiebra. Entonces, Fidel lo envió al Congo Belga a ver si, por casualidad, ganaba la guerra contra el colonialismo.
Pero no la ganó. Por el contrario, hubo que rescatarlo una vez más no sólo de los soldados belgas y la CIA, sino también de los propios nacionalistas africanos a quienes trataba con la arrogancia de un colonizador. Quiso mostrarles el camino de la victoria pero él mismo no fue capaz de encontrarlo y tuvo que acogerse de nuevo a los auxilios de Fidel y regresar a Cuba cargando una derrota más en su expediente. A esas alturas, era un hombre obligado por una leyenda falsa y en Cuba no había un cargo que le fuera apropiado. Con los soviéticos sostenía una animadversión mutua y a Mao Zedong no le caía bien. Para resolver el conflicto, Fidel optó por mostrarle el mapa de Suramérica con Bolivia en el centro. La sugerencia obvia era que allí podría iniciar la gran lucha final contra el imperialismo norteamericano, y con eso engatusó su ego.
Renán Montero fue el encargado de crear la estructura de apoyo para la guerrilla y asegurar las comunicaciones con La Habana. A través de él debía fluir el dinero y los pertrechos así como los contactos con el partido comunista de Bolivia pero, a los primeros contratiempos regresó a Cuba, llamado por Fidel. Había que reservarlo para misiones realmente prometedoras.
Los días anteriores al desastre final, el Che los pasó dándole bofetadas a Tamara Bunke, castigando a sus hombres por robarse las raciones de comida, intentando un enlace radial con Fidel y escuchando a la radio checoslovaca cuando lo calificaba de aventurero. Rechazado por la población, menguada su tropa por las deserciones, las enfermedades y el hambre, y perdida ya toda esperanza de que le enviaran un helicóptero salvador cayó en manos de los rangers bolivianos. El temerario de la leyenda no tenía heridas en el pecho y sus alforjas rebosaban de balas. Nadie hubiera pensado que podría evadir a la muerte, pero él sí y por eso clamó: “No me maten. Soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto.” Error. Había olvidado el manual para guerrilleros de Aguinaldo y que la vida de un perdedor no vale nada.
Tiempo en el tiempo. Giacomo Feltrinelli era un italiano militante de grupos extremistas y editor de libros políticos. Él tuvo la idea de lanzar un volumen acerca del Che y sus correrías internacionalistas y por eso Korda le entregó la famosa fotografía que luego estamparon en sus camisetas los jóvenes airados de París, en 1968, cuando parecía que ya no habría más orden en el mundo. Aquellos disturbios no fueron planificados por los burócratas del Kremlin ni por los partidos comunistas de Europa, sino estallaron en contra de todo lo establecido, incluso ellos. Las consignas y los disturbios fueron tan espontáneos como los excesos del terrible Daniel Cohn Bendit y sus anarquistas frente a Charles de Gaulle, al caer la tarde del primer día. Corrieron a lo largo del Sena, el Elíseo y Montparnasse, esgrimiendo la imagen inaugural de un santo negativo, erigido de acuerdo con sus escepticismos, pensando que los conduciría al futuro. A ellos y a la prensa hay que adjudicarles la fabricación del mito y la fascinación que durante tanto tiempo ha ejercido el Che Guevara sobre la juventud.
El resto de la historia es sencillo: Muerto, el Che le sirve por igual a las derechas que a las izquierdas, hay quienes lo visten por que está de moda y otros por pura ignorancia, como una mercancía más lo venden y lo pignoran los unos y los otros, y con la boina hay artistas que completan su atuendo de inconformes aunque en realidad hayan pasado por el aro. Gracias este inventario de necedades, Fidel se pudo librar de él y es tan inocuo ya su mensaje que Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal, el Vicario de Cristo para los territorios situados al oeste de La Habana, puede acompañar el duelo de Aleida March y llorar al muerto ”con admiración entrañable”. Después todo, como Juan Pablo II, él tambien tiene derecho a la relatividad.
Jorge Daubar
Miami
jorgedaubar@yahoo.com
Estupendo articulo, lastima que "los Creyentes" eviten leerlo.
ResponderEliminarDamian
Camilo no fue el de la frase: "Aquí no se rinde nadie", fue Almeida.
ResponderEliminarLa frase se la atribuyo el Che en los pasajes de la guerra. Años despues alguien presente en Alegria de Pio (creo que Raul Castro) aclaro que habia sido Almeida. Casi todo el mundo se la atribuye a Cienfuegos, asi que no es extraño el lapso.
ResponderEliminarEl articulo de Daubar es excelente, debo decir, con la sobriedad que lo caracteriza casi siempre.
Rui, excelente texto. Polemico, magistral...
ResponderEliminarlo enlazo en el blog,
saludos
Sr su imaginacion si es bastante amplia ,puse todo lo que esta diciendo son puras especulaciones y conjeturas suyas y quizas de algun otro patetito reaccionario como ud , ya que con la mayor simpleza y sin documentacion historica ,se limita a difamar la vida de un HOMBRE mucho mayor que la suya ,los hechos y la historia ,estan ahi ,Hasta la Victoria Siempre
ResponderEliminarAdemas "Hildita" , la hija del Che con la peruana, murio hace ya unos cuantos anos. Muchos errores Daubar. Hasta que punto es cierto todo lo demas? descontando el hacho cierto de que este fue un gran "hp"
ResponderEliminarEn cuanto a la frase dicha en "Alegría de Pío" siempre he leido, en los relatos del propio Che, que él se encontraba recostado a un árbol con ganas de morirse, el fúsil a un lado y el maletín de medicinas al otro, y que tuvo que decidir en ese momento, o ser guerrillero (el fúsil) o médico (el maletín). Él no se atribuye la frase, pero pensó la había dicho Camilo. Después se aclaró había sido Almeida.
ResponderEliminarEste artículo está lleno de mentiras, distorsiones y manipulaciones. Por lo tanto, si hay algo de cierto en él no puedo creerlo después de tantas cosas falsas que dice.
Se le olvidó decir que el brazo en cabestrillo del Che en Santa Clara fue debido a que se cayó de una mata robando mangos en el patio de una casa particular y no en acción de guerra.
Esto último me quedó bueno, adicionelo al artículo.
Saludos y
Haga algo mejor, creíble, please.
La verdadera historia del Che será escrita cuando su generación deje el poder en Cuba. Yo diría que ese es uno de los “demonios” que se deben de exorcizar y desmitificar. Si solo la mitad de las cosas que dice este articulo son verdad, entonces indudablemente que Guevara fue un ser extremadamente perturbado y con la escala de valores invertida, por decir lo menos. Quiso a su madre de la forma equivocada, nunca le importaron sus hijos y la vida de sus semejantes significó muy poco o nada para él. Todo un caso de estudio para la psiquiatría!
ResponderEliminaren alegría de pío la anécdota que corresponde a almeida es que le pegaron un balazo en el bolsillo izquierdo de la camisa, donde guardaba la cuchara que le salvó la vida. para verificar los datos que utilizo en el artículo lean los libros que han escrito tantos sobre este señor que anduvo metido por todas partes menos en argentina por que allá no hubiera podido regresar y mucho menos a Rosario. yo estuve allí después de leer el libro de granados y conversé con personas del lugar que no han sucumbido a los beneficios del mito. taibo 2 escribió una biografía magistral. léanla. y sobre todo, vayan a internet que es el mejor informador que existe. quiero aclararles que yo agradezco por igual los insultos y las felicitaciones. no, no, miento. agradezco más las felicitaciones.
ResponderEliminardice el comandante fernández mell en una entrevista con juventud rebelde el pasado 3 de enero de 2007, refiriéndose a la pregunta del periodista en relación con el brazo en cabestrillo del Che: "No, se cayó brincando por los techos y tuvo una fisura".
ResponderEliminarNunca me gusto el Che. Desde mi perspectiva cristiana (escasa en la Cuba de los 70) la frase "seremos como el Che" era un parodia del deseo de los cristianos de ser como Cristo.
ResponderEliminarCuando tuve acceso a literatura de verdad (no a las capsulas historicas cubanas) encontre muchos detalles negativos de su figura.
Sin embargo no me trago todo el articulo. ?No habia nada bueno en el Che? ?Solo derrotas? Si era tan despota con su tropa en la invasion al llano o en Bolivia ?Por que nadie le metio un tiro? Si el mito solo comenzo en el 68 ?por que Fidel lo mando a Bolivia para explotar su figura?
Quiero aclarar que no soy "fan" del Che ni mucho menos, pero hace rato no me dejo "meter" manipulaciones de ningún bando.
ResponderEliminarEs cierto lo que expresa el 'anónimo de 17:40:00'. Yo no dije que lo del brazo del Che fuera herida de bala, que nadie lo ha dicho, sino eso, caida desde un techo durante la toma de Santa Clara. Pero, dice el Sr Daubar;
"La organización de Gutiérrez Menoyo hizo contacto con el coronel Rosell quien, a cambio de una suma de dinero y salvoconducto para escapar a Miami, pactó la entrega del tren blindado en que avanzaba rumbo a Santa Clara. Enterado de esto, el Che aprovechó la indefensión de la tropa que se transportaba en él y se adelantó a Gutiérrez Menoyo para rendirlo sin mayores esfuerzos. Pero como la historia la escriben los vencedores, la escaramuza del tren blindado se convirtió en una batalla mayor consagrada por los cronistas y hasta por una película de Alejandro Saderman y ahora otro par de Soderbergh".
Rendirlo sin mayores esfuerzos. Y andaba por los techos...?será complejo de gato? ?empinando chiringas? Y en esa batalla, que dice Daubar fue un "paripé" mataron a "El Vaquerito" que era experimentado. Que bien hecha la farsa!.
Señores, hay que respetar al enemigo, y combatirlo sin mentiras ni manipulaciones.
Saludos
en santa clara, el coronel que dirigía el cuartel leoncio vidal recibió al capitán doctor en medicina de apellido rodríguez si no recuerdo mal, quien reclamó la rendición. este oficial quiso que su ayudante hablara con el che personalmente para ampliar el término de la tregua pero en la conversación con el che recibió una negativa. entonces el cuartel se rindió la mañana del 1 de enero, cuando ya había huído batista. la tropa del che y el directorio unidas libraron una pelea fuerte en fomento y luego entraron hasta frente el leoncio vidal gracias a un camino que ni en los mapas aparecía pero el capitán nuñez jiménez, geógrafo y profesar de la universidad central, sí lo conocía. ¿batalla del jigüe? ¿batalla de santa clara? ¿ustedes saben la magnitud de una batalla? le heroísmo de los rebeldes no necesitaba de esas exageraciones. y de reaccionario no tengo nada. fui revolucionario, soy revolucionario y moriré revolucionario. pero revolución es sinónimo de libertad y democracia, sino ¿para qué morir por ella?
ResponderEliminarah, y el anónimo de las 14:40 soy yo, pero hice una mala "manipulación" de mi teclado y se fue el comentario sin mi firma. perdón a todos.
ResponderEliminarEl sentido semántico de la palabra no me gusta. Las revoluciones por lo general, salvo contadas excepciones (la americana por ejemplo, y así y todo quedo el capítulo de la esclavitud que provocó una guerra civil para corregirlo), tienden a ser revanchistas, destructoras, han implantado regímenes de terror y han tenido que ser combatidas y echadas abajo. Se supone que la revolución sea un proceso de cambio finito, pero en la cubana el “proceso” parece no tener fin!
ResponderEliminarAh! Y por cierto, yo fui contrarrevolucionario, soy contrarrevolucionario y seré contrarrevolucionario hasta que se acabe la…”robolución”. Nos robaron la libertad y los sueños!
El Vaquerito no murio en la toma del tren blindado. Murio en la toma de las estacion de policia de Santa Clara cerca de la iglesia del Carmen.
ResponderEliminarJORGE
ResponderEliminar¿ Puedes confirmar que el ché asesinó a un muchacho de 13 años en La Cabaña ?
Hasta donde he leído, a este muchacho le fusilaron al padre en La Cabaña y el estando preso allí mismo, no cesaba de gritar !!! Asesinos !!!.
Cuando le llegó su turno y lo sacaron al paredón, el muchacho le dijo al ché que no le venderan los ojos.
Entonces el ché lo hizo arrodillar y le dijo 'con que sos valiente pibe'... Empezó a dar vueltas alrededor de él y de repente, extrajo su pistola y sin mas, le descargó un tiro en la cabeza.
Hay muchas historias que se tejen en torno a los detalles de los crímenes cometidos por este sangriento aventurero.
JORGE, tal vez tu pudieras narrar alguno de ellos, con la extraordinaria redacción que te caracteriza.
!Daubar Novelista...! Muy buena redacciòn, mucha narrativa, ok... pero la historia no se escribe asi, se necesitan elementos objetivos y hay aspectos muy delicados de los hombres... -cualquier hombre- que no es posible describirlos de forma tan ligera, empezando por la insinuaciòn de sexo entre el che y su Sra. Madre y terminando con la entrega mediante dinero del tren de Sta. Clara, que fue tomado gracias a la insurecciòn del pueblo de Sta. Clara, debajo de las bombas de los B-26 batististianos.... me parece que se le fue la mano a Daubar. Y para terminar Daubar se autotitula REVOLUCIONARIO, pero pregunto: ¿Viviò en Cuba...?
ResponderEliminarclaro, vivió en cuba y hasta le publicaron el libro que hizo de capablanca en La Jiribilla.
ResponderEliminarEL HERMANO DE JUANITA
Pienso que los latinoamericanos somos muy apasionados para ver las cosas con objetividad.
ResponderEliminarY entre los latinoamericanos me parece que los cubanos se distinguen sobre el resto por una aun mayor falta de objetividad y serenidad para juzgar los hechos historicos.
Asi,Marti,Jose Marti,me parece un personaje hitorico interesante y que pese a su precariedad fisica
supo elevarse a la altura de su figuracion historica. Escribia bonito y florido y de ahi su vida cobro una relevancia que llega hasta nuestros dias.
Pero dista de ser ese personaje
al cual los cubanos le rinden un homenaje de practicamente un santo
religioso.Falta de objetividad ?
Sin duda.
Precariedad fisica? Y que recorcholis quiere decir eso?! Asi que para ser patriota, organizador de partidos y ejercitos para pelear por la independencia de Cuba contra una de las potencias de la epoca hay que ser Tarzan? Quizas el problema de Marti, segun el Sr. Anonimo es que en el siglo que vivio no se habia inventado todavia la hormona de crecimiento humano... la carencia del Apostol es que no tuvo la oportunidad de conocer a Canseco! :-))))
ResponderEliminarAnónimo 1 de Julio de 2008 15:12:00 EDT, todavía vivo en Cuba aunque mi cuerpo resida en Miami. Y del Che nunca duden nada. Ni siquiera que se haya ido a hablar mal de Fidel por los caminos del mundo a pesar de que era quien le pagaba el pasaje. El chisme fue Gamal Abdel Nasser.
ResponderEliminarNg la banda, lo que tú eres es contrarobolucionario. Y eso está muy bien. Yo contigo.
ResponderEliminarHERMANO DE JUANITA, ¿Tú LEES LA JIRIBILLA?
ResponderEliminarel hermano de juanita tiene jiribilla. llámenle al médico chino.
ResponderEliminaryo leo, veo y escucho a todo el mundo para que no me hagan cuento. allá ustedes que se conforman con radio kuquine, el nuevo herald y el diario las américas.
ResponderEliminarsigan sumando que se pasarán de los 50.
EL HERMANO DE JUANITA
la jiribilla es muchísimo mejor que galeria de el nuevo herald. una pena que gente que trabajó en la jiribilla al llegar a el nuevo herald se vuelven tan mierdas.
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