martes, agosto 12

Dos libros para entender el conflicto de Osetia

Hasta hace algunos años, en la Universal de la Calle Ocho, en Miami, trabajó uno de los mejores libreros que he conocido. Un joven barcelonés con un conocimiento del mundo editorial que ya muchos quisieran tener. Se llama Juan Carlos Castillón y escribió el texto que publicamos a continuación. Juan Carlos es aquel tipo de libreros que no hace falta uno entrar en una librería decidido a comprar algo. Él lo decide por uno. Y lo decide con calidad. Nos presentaron tan pronto llegué a Miami y con el pasar del tiempo él fue conociendo mis gustos literarios. Varias veces me sugirió libros, otras veces le preguntaba que había de nuevo para leer – y siempre me alcanzaba lo más reciente y apropiado – o, entonces, le decía que estaba buscando y me lo alcanzaba con una diligencia única. Creo que conocía todos los rincones a la casa. Desde que volvió a Barcelona no ha habido otro como él en toda la ciudad. Dudo que en el resto de la Florida. Y muy pocos en el mundo hispano en Estados Unidos. Si les interesa el tema, confíen en él, como yo siempre confié. [R]

BARCELONA - Bastante antes de que cayera la primera bomba dos libros nos explicaron ya tanto la importancia del blanco como la psicología del bombardero. Dos libros ya publicados nos dan todos los antecedentes necesarios para comprender la que puede ser la situación más grave para la paz del mundo por lo menos desde la Crisis de los Cohetes de 1962.

The New Cold War:
Revolutions, rigged elections and pipeline politics in the former Soviet Union, de Mark MacKinnon


Mark MacKinnon es corresponsal de los periódicos canadienses The Globe y The Mail en el Próximo Oriente, con anterioridad a 2005 fue el jefe de la delegación de esos periódicos en Moscú y asistía personalmente a las elecciones de Bielorrusia, la Revolución Naranja de Ucrania, la revolución en Georgia y el ascenso de Putin dentro de la antigua Unión Soviética. Este es su primer libro. Hace diez años nadie apostaba nada por Rusia, parecía destinada a pasar un largo periodo de decadencia y una marginación definitiva del centro de la política internacional. En la actualidad Rusia es miembro del G 8, ha recuperado gran parte de su antiguo poder político, está creciendo económicamente a pasos agigantados y vuelve a inspirar la desconfianza que siempre causó entre sus vecinos no ortodoxos pero también la devoción que siempre inspiró en países de tradición ortodoxa como Serbia. Con Putin al frente Rusia parece decidida a recuperar el que siempre consideró su espacio natural, las hoy separadas repúblicas de Ucrania y Bielorrusia, y a ejercer su influencia en los Balcanes y el Cáucaso. Al contrario que la antigua Unión Soviética el método empleado ahora por el Kremlin no es la fuerza de las armas - Rusia tiene 25 veces menos presupuesto militar que Estados Unidos -, sino el peso económico que ha logrado a través del petróleo, con el que puede influir directamente en las economías de Bielorrusia o Ucrania, a pesar de la perdida, en beneficio angloamericano de los campos petroleros del Cáucaso. El nuevo Imperio ruso será, en breve, una gran potencia económica. Es ya un país que no teme usar su potencial económico de forma estratégica. El libro en sí, es un recuento, a menudo en primera persona, sobre el ascenso de Putin y el retorno de Rusia a formas administrativas menos liberales. Tras un gobierno, el de Yeltsin, en el que se dieron las máximas libertades civiles y de prensa en Rusia, con Putin se ha regresado al autoritarismo como forma de gobierno, con el consenso de gran parte de la población rusa. Eso se debe a que los años de liberalización fueron también años de corrupción, en que unos pocos se enriquecieron, en medio de un país en el que no sólo no mejoraba la economía sino que además perdía la estabilidad y los servicios sociales dados por el viejo régimen comunista. Los liberales entrevistados entonan varias veces su Mea Culpa ante la idea de que liberal haya pasado a ser, en el lenguaje ruso, sinónimo de corrupto. Los votantes entrevistados por el contrario aprecian la estabilidad traída por Putin, el hecho innegable de que las fábricas han dejado de cerrarse y las pensiones vuelven a pagarse. Incluso el encarcelamiento o exilio de varios millonarios son bien vistos por las grandes masas provincianas que reencuentran en Putin el orden de los viejos tiempos. Con Putin se ha pasado de una democracia liberal a un sistema de "democracia gestionada" en que los partidos políticos, y la libre empresa existen, pero las empresas estratégicas - el petróleo y el gas natural - y los medios de comunicación de masas están gestionados desde el Kremlin, y en el que un nuevo gran partido, Rusia Unida, ha sustituido al viejo Partido Comunista y siempre gana las elecciones, no importa que otros partidos concurran. En el que la corrupción ha sido controlada, y a los millonarios ya no se les deja intervenir en política, al menos en contra de Putin. A todos los efectos Rusia es una democracia pero es también un sistema de partido oficial, identificado con el estado, no muy distinto - aunque el autor nunca hace la comparación – al México del PRI. Este partido no es ideológico y al mismo tiempo ofrece todas las ideologías a todos los electores: es nacionalista, continuador del estado soviético y al mismo tiempo anticomunista, partidario de la libre empresa y dirigista, asegura las pensiones pero permite enriquecerse, y ha creado un sistema de normas claras que permiten saber hasta donde se puede llegar tanto en política como en fortuna personal. Es también inmensamente popular dentro del país y podría ganar las elecciones sin necesidad de hacer trampas, aunque a veces las hace para asegurarse no sólo el poder total sino también una imagen de unidad que se considera necesaria. Con Putin Rusia se dispone a recuperar las que considera sus fronteras naturales e interviene en la política de repúblicas, Bielorrusia o Ucrania, que nunca ha llegado a aceptar como completamente separadas de Rusia, en virtud de su historia común pero también de la presencia de minorías ruso parlantes dentro de sus fronteras. Los enfrentamientos electorales entre autoritarios y liberales son uno de los dos puntos más importantes del libro. El uso del petróleo ruso para condicionar la política de aquellos países vecinos incluso cuando el candidato pro ruso pierde en las urnas, es el otro. Gran parte de libro está destinada a mostrarnos el enfrentamiento entre los partidarios de esa nueva forma de autoritarismo ruso y sus enemigos dentro de Rusia, pero sobre todo dentro de los países de la esfera rusa que tratan de tener democracias de corte occidental. Como dice el autor, tanto actuando como narrador como por boca de distintos personajes: una Ucrania democrática supone no sólo la posibilidad de la democracia en un país de cultura ortodoxa sino también el final del sueño imperial ruso. Lo que por otra parte ayuda a comprender el por qué el Kremlin reacciona tan mal frente a lo que ve como ingerencias extrañas en su órbita de control. El enfrentamiento entre dos formas de ver la política viene representado por el enfrentamiento personal, entre Vladimir Putin, un antiguo oficial de la KGB, que se presentó voluntario por primera vez a la edad de quince años, y el multimillonario Georges Soros, un especulador devenido en filántropo que es el financiero de numerosos grupos de oposición dentro de los antiguos países soviéticos. De país en país y de grupo opositor en grupo opositor vemos como empleados de Soros han organizado la oposición en Serbia-Montenegro, Bielorrusia, Rusia y Ucrania. Y como esos empleados han alcanzado después puestos ministeriales. La presencia de la fundación Soros y de otras organizaciones, como las ramas internacionales de los partido Republicano y Demócrata, en todas las revueltas liberales lleva al autor a plantear directamente la legitimidad de esas actuaciones, en un diálogo con un activista por los derechos civiles que reconoce que a veces se ha sentido usado por la CIA pero que él también ha usado a la CIA para sus proyectos. Aparentemente es legítimo gastar millones llegados del extranjero en las elecciones de un país cuando este es gobernado por un antiguo estalinistas más o menos reconvertido al nacionalismo. Si veo un fallo en este libro es que no explica los antecedentes culturales de Rusia. Sabemos que Bielorrusia, Ucrania y Rusia tienen antecesores comunes, descienden de los rus pero no nos explica nada sobre el Principado de Rus o Kiev; en varios puntos del libro se habla de la ausencia de democracias entre los países ortodoxos pero esa es prácticamente la única referencia a la ortodoxia como forma distinta de la cultura europea. Unas breves notas culturales ayudarán sin duda a comprender porque la libre empresa, el comercio, el parlamentarismo de corte norte europeo pueden desarrollarse en antiguas repúblicas soviéticas como Lituania, Letonia o Estonia, que apenas aparecen citadas en el texto y que Moscú no parece sentir particular interés en recuperar, pero no en Ucrania, Bielorrusia o Rusia. Por otra parte el libro es claramente parcial – nos dice que Soros es bueno y Putin malo – incluso cuando trata de ser objetivo, pero aún así el libro cubre mucho terreno y una serie de guerras y elecciones, Ucrania o los Balcanes, que están aún presentes en la memoria de los europeos y no han sido suficientemente explicadas o analizadas.

The Oil and the Glory: The Pursuit of Empire and Fortune on the Caspian Sea, de Steve LeVine

Steve LeVine escribe para Newsweek y el Washington Post. Durante años ha cubierto noticias sobre la Guerra en Chechenia para el The Financial Times. Habla ruso, conoce la zona y ha escrito numerosos artículos sobre la industria petrolera en el Cáucaso. A menos de una generación de la desaparición de la Unión Soviética Rusia ha recuperado gran parte de su antiguo poder y activo en la política internacional pero ha perdido una de sus grandes reservas petroleras, probablemente la mayor del mundo, en provecho de Occidente. Esta es una historia que ha escapado a la mayor parte de los analistas internacionales, a pesar de ser una de las más importantes de las últimas décadas, y este libro la cuenta por vez primera. El Cáucaso es la mayor reserva mundial de petróleo. Esta reserva a pesar de estar en territorios que en tiempos dependieron, primero con los zares y después con la Unión Soviética, de Moscú, está ahora bajo el control de empresas petroleras anglo norteamericanas. El libro nos cuenta como a la caída de la Unión Soviética, aprovechando la debilidad de los sucesivos gobiernos liberales de Moscú, las empresas petroleras lograron entrar en territorios vedados, y como una vez allí ayudaron a consolidar tanto democracias de corte occidental, a veces aún no rodadas e imperfectas, como sociedades capitalista (como, al contrario que en otros países de la Europa Oriental, ese capitalismo se tradujo de inmediato en ventajas para los pobladores y, por descontado para aquellas empresas que consolidando regímenes pro occidentales, e independientes de Moscú, consolidaban al mismo tiempo su situación). Ese es el centro de la historia aquí contada, que trata también de las rivalidades étnicas en la antigua Unión Soviética, de la historia de la industria del petróleo que desarrolló en aquellas regiones dos de sus creaciones técnicas más sobresalientes, el buque petrolero y el oleoducto. El libro empieza en la Rusia prerrevolucionaria y en la primera fiebre del oro negro en Bakú, en la que participaron Rotschilds, Rockefellers y Nobels. Cuenta como un hermano menor de Alfred Nobel fue el ingeniero que creó tanto el buque petrolero como el oleoducto. Territorio lleno de peligros y de riqueza, el Bakú de aquella época se llenó de innumerables y ricos palacios. El libro sigue con la Unión Soviética, el terror de Stalin, la Gran Guerra Patriótica, el advenimiento de Krushev que ayudó a impulsar la región y finalmente la Perestroika de Gorbachev, con la que comenzó a regresar a la Unión Soviética el capital inglés y norteamericano que había estado entre los primeros en desarrollar aquella región antes de la revolución. La plataforma que comenzó a construir una empresa anglosajona antes de la revolución, que después de la misma se llamó de Los doce Comisarios, en memoria de los doce comisarios políticos que intentaron explicar a los habitantes de Bakú las bellezas del sistema soviético y fueron ahorcados por los habitantes locales, ahora no sólo ya no se llama de Los doce Comisarios sino que además vuelve a pertenecer al mismo consorcio que inició su construcción. Desde mucho antes de la desaparición de la Unión Soviética el petróleo se había convertido ya en uno de los principales intereses de los inversores extranjeros en la misma por ser uno de los raros productos de ese país con valor en el extranjero e inmediatamente exportable. A la desaparición de la Unión Soviética y con el estallido de la violencia étnica y las ansias de independencia nacional, el petróleo se convertirá en fuente de poder y legitimidad para los nuevos gobiernos nacionales, el dinero del petróleo en origen de la gran corrupción que atenaza a las nuevas repúblicas, y las empresas petroleras en fuente renovada de conflictos entre Moscú (sobre todo después del ascenso de Putin) y los gobiernos occidentales pero también en elementos de modernización garantes de la independencia de los nuevos estados. Todo esto con el telón de fondo de la guerra afgana, no demasiado lejos de allí, y el ascenso talibán en Afganistán, que vemos aquí como fue inicialmente algo menos creado que justificado por los norteamericanos, y visto como elemento de estabilidad en un país que era necesario dentro de sus grandes planes estratégico-comerciales. Por desgracia, aparte de unos capítulos iniciales llenos de color exótico y personajes increíbles, toda esta historia pasa pronto a ser el recuento, necesario, de peleas entre magnates petroleros y administradores corruptos, arrivistas y vendedores de sueños, que difícilmente despertarán simpatía entre los lectores. Y es que hay pocas notas de color humano en este libro... el presidente vitalicio, pero demócrata, de una república caucásica le devuelve a la última descendiente de uno de los barones petroleros del Siglo XIX y principios del XX el uso del palacio en que nació durante lo que le quede de vida, un grupo de ingenieros organiza una falsa erupción de petróleo para satisfacer la ilusión del funcionario que va a inaugurar un campo petrolero nuevo (provocar una de verdad hubiera sido demasiado peligroso y nadie quería matar accidentalmente a un ministro antes de firmar los contratos). Y junto a esas notas, numerosas historias de contratos truncados o de ministros sobornados. Pero a favor suyo el libro tiene el hecho de que es muy completo y cubre en profundidad una historia que nadie había contado antes y que ahora cobra mayor importancia. (JCC)

2 comentarios:

  1. Creo que para entender ese conflicto también es bueno leer este análisis que aparece en La Vanguardia de Barcelona:

    http://www.lavanguardia.es/lv24h/20080812/53518885434.html

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  2. yo lo conocí. muy atento y eficiente. a la vez me lucía un tipo raro, introvertido, como que miraba el mundo a su alrededor y pensaba "donde coño estoy metido".
    además él tenía sus inquietudes literarias de escritor muy fuertes y quería desarrollarlas y sabía que miami no era el lugar adecuado.
    quizás se fue porque una persona como él de tanta cultura y talento, tener que vender los libros que mensualmente caga el padre de ileana ros lehtinen y otras especies locales debe ser una frustración.
    lg rodriguez

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