He tenido algunos disgustos en la vida.
Afortunadamente no muchos. Pero esta madrugada tuve uno de ellos. René Jordán ha muerto.
Nunca lo conocí personalmente, pero la
noche en que Guillermo Cabrera Infante se murió, René me dio una lección de
vida. Cabrera era uno de sus mayores amigos, el cine los unió, y Alejandro
Armengol me sugirió que lo llamara cuando nos enteramos en la redacción de El
Nuevo Herald de la infausta novedad y el editor de turno me asignó escribirla.
Esa madrugada para escribir el obituario de
GCI entrevisté solo a dos personas. El actor Andy García y René. René, lloró. Y lloró de
la peor forma que un amigo puede llorar por otro hablando con un total
desconocido.
“Es que yo
no concibo levantar el teléfono y que Guillermito no me pueda contestar”, me
dijo.
¿Eran amigos?, le pregunté. “Hermanos”, me
contestó.
Y siguió llorando.
Yo nunca había entrevistado a una persona
que llorara por teléfono. René no solo me estremeció como terminó logrando
que le diera las condolencias. “A mí, no. A todos los millones de sus lectores
debes dárselas”.
Esa noche, René Jordán me enseñó y demostró
como uno puede sufrir por la perdida de un amigo. Como uno puede llorar un amigo.
Estuvo triste René Jordán esa noche. Y creo que por el resto de sus días.
Hasta esta madrugada en que me he enterado
de su muerte y yo, ahora, lloro por la pérdida de un amigo al cual jamás tuve
la oportunidad de decirle cuanto me enseñó a entender el cine con sus escritos.
Y que, además, me enseñó a llorar por los
amigos que siempre nos harán tanta falta.
hay una hemorragia de artículos para rené jordan en la blogosfera y en el nuevo herald. hoy las páginas de opiniones son todo yoani y jordan. pal carajo!
ResponderEliminargracias rafael casalins,
EL HERMANO DE JUANITA