Esta tarde tuvimos otra fiesta de despedida de Joaquim. Esta vez en la redacción y, como es tradicional, le entregamos su "primera página" que contiene un texto de Andrés Reynaldo que no tiene desperdicio. Lo reproduzco a continuación:
Esta es la crónica de una identidad amenazada. La triste historia de un joven que vino a las Américas empeñado en ser catalán, se negó a ser gallego y pudiera acabar por ser nadie. Desde su más temprana edad Joaquín Utset tuvo el presentimiento de que algún día iba a ser catalán. Mientras que los otros niños jugaban a ser indios y vaqueros, o doctores y enfermeras, él se obstinaba en jugar a los policías y catalanes. A los 12 años, nada catalán le era ajeno. Criado a punta de crema catalana, despuntó como un catalancillo mofletudo y barrigoncito cuyo enardecido sueño era poder llegar a presumir un día de ser tan catalán como las palmas. Fue así que a los 20 años llegó a Miami dispuesto a hacerse un nombre como reportero estrella de algún periódico catalán en la Ciudad del Sol. Y, en efecto, pocos días después ya había encontrado una prestigiosa posición como repostero de la panadería El Sol de Cataluña. Como ocurre a todos los expatriados, sus primeros meses en tierra ajena no fueron fáciles. Todavía sin amigos ni amores en las calurosas noches de Miami, aliviaba su soledad con la lectura de los libros que le enviaban sus familiares. De particular consuelo y beneficio por entonces fueron las siguientes joyas de la literatura catalana: Un catalán en la corte del rey Arturo, La catalanita roja y El catalán no tiene quien le escriba. Su infatigable sed de superación lo llevó a solicitar una plaza de reportero en El Nuevo Herald. Sin embargo, apenas llegó a la recepción, tuvo que comenzar a sufrir un rosario de humillaciones. Entre ellas, las de verse obligado a sentarse al lado de la reportera Helena Poleo, de origen vasco, y obedecer las estrictas órdenes de José C. Ascanio, un guantanamero de recio abolengo andaluz. El recepcionista Carlos Sánchez cometió un sensible error. Agobiado por las miles de llamadas de lectores enfurecidos por las columnas de Alejandro Armengol, llamó a la extensión del reportero Rui Ferreira y le pidió el favor de avisar al director Humberto Castelló que había un catalán en la recepción. Enfrascado en una discusión telefónica con una novia, Rui se levantó de su mesa y le gritó a Aileen Rodríguez, secretaria personal de Castelló: "Aileen, dile a Humberto que tiene un catalán en la recepción''. En la reverberación de la distancia, con el ruido habitual del trajín diario, Aileen no pudo escuchar bien. De manera que entendió que había un catamarán esperando por Humberto y empezó a preparar de inmediato el traje de baño y las patas de rana del director. Salvadas las confusiones, Utset consiguió el empleo. Su afabilidad y brillantez le ganaron el rápido afecto de todos en la compañía.
Pero Joaquín llegaría a extrañar sus apacibles jornadas en el Sol de Cataluña, cuando compartía con sus compatriotas, en un sosegado ambiente de boinas y pantuflas, los diarios acontecimientos la patria catalana. Para colmo, en El Nuevo Herald había que escribir en español. Gran dolor le producía salir a la calle, sobre todo a la Calle Ocho, donde no había un sólo cubano que no le dijera gallego. A veces, se incomodaba: "Joder, que yo no soy gallego. ¡Que soy catalán!'' Y entonces, su interlocutor lo cortaba drásticamente: "¿Qué vas a saber tú lo que eres? Tú eres gallego, compadre''. El conflicto con sus entrevistados y sus fuentes se hizo insalvable y llovieron las quejas sobre El Nuevo Herald. Humberto se vio obligado a remitir el caso a Human Resources. Allí lo enfrentaron a la cruda realidad. Si los lectores consideran que él es gallego, ¿cómo es que se atrevía a pensar que podía darse el lujo de ser catalán? Considerando que era una persona simpática, con mucha juventud por delante para reflexionar y admitiendo que no había tratado de ser catalán por la vía armada, la dirección le ofreció varias salidas decorosas. 1) Aceptar la condición de gallego que exigía la comunidad y comenzar a asistir a las gaitas fraternales de Galicia en vez de las fiestas tradicionales de los municipios catalanes en el exilio. 2) Tomar una cura de desintoxicación en Catalanes Anónimos. 3) De no cumplir con los requisitos anteriores, debía presentar su inmediata renuncia reconociendo que se le había ido de la mano el asunto, al punto de haber dejado de ser catalán de una manera social, en su tiempo libre y durante la época navideña, para sucumbir a la perniciosa adicción de ser catalán a toda hora y en todo lugar. Para sorpresa de algunos, Joaquín presentó su renuncia y sacó dos boletos de Cataluña Airlines hacia Nueva York. Lo acompaña su devota esposa y catalana honoraria, la señora Anette Sánchez de Utset. En Miami quedan las preguntas. ¿Seguirá siendo catalán hasta el fin de sus días? ¿Regresará finalmente a Cataluña? De cualquier modo, sentimos que se ha alejado de nosotros un gran amigo.


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