lunes, marzo 10

Caracas, Jerusalén de América Latina (I)

A propósito de Hugo Chávez, cuando dice que no se debe permitir que Colombia se convierta en el Israel de América Latina.

Los tiros suenan en la selva, la sangre corre en el páramo, los ríos rajan las tierras arrastrando oro y muertos. Todos dicen que allí se juega el destino de América Latina, pero están equivocados. El centro es Caracas y el resto es sólo la periferia del poder. Ecuador, Colombia, la franja de las Guayanas, incluso Perú y Chile, son vértebras dobladas sobre el espinazo corcovado de América del Sur a la espera de una oportunidad que nunca llega. Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina están demasiado abajo, demasiado al centro, demasiado encerradas en sus límites fronterizos aunque crean lo contrario.

Al lado este de la cordillera andina se abre la mata gruesa del Brasil, un territorio donde la quimera adquiere categoría de realidad, pero carece del petróleo suficiente para completar el proyecto continental de Getulio Vargas. Bolívar no pensó en eso cuando anunció su fábula anfictiónica porque aún no se había inventado el motor de combustión interna y la energía era apenas una incontrolable casualidad de la naturaleza. Pero los dos se igualaban en la intención de hacer de nosotros un amasijo de gentes y países donde cabrían todas las identidades para despojarnos de ellas y darnos una nueva, fraguada por filósofos de poca monta y carceleros terribles. Nunca lo llamaron imperio porque ya no estaban de moda, pero para el caso daban igual las palabras. La definición era obvia: O entras en el juego o pereces. Te pones la camisa verde o la roja y aplaude siempre, porque eso es lo que el líder máximo espera de ti.

De cuando en cuando surgía alguno nuevo, ungido por la gracia de las multitudes a quienes sobornaba con la promesa del paraíso para la hora siguiente a la toma del poder. Ha sido una epilepsia social cuyas recaídas se repiten a intervalos cortos y cada vez más traumáticos en la medida en que se les ha ido agregando un componente ideológico populista y totalizador. El más completo de todos fue el justicialismo, cuya doctrina se fue estableciendo a partir de los discursos del general Juan Domingo Perón, especialmente influidos por el fascismo, cuyos odios y aversiones llevó consigo desde Italia, a donde había sido enviado como agregado militar de la Embajada Argentina. Eran los años de entre guerra y las teorías ultraístas se propagaban por Europa como cancerígenos fulminantes que ponían en estado de coma a las naciones.

A la larga, la propuesta justicialista se trasvasó en peronismo, un adjetivo revelador de que, en adelante, la voluntad del jefe político adquiría preeminencia sobre el ideario original. Era la metástasis latinoamericana del fascismo vencido en Europa y su pústula franquista y las desigualdades económicas de los pueblos latinoamericanos le daban campo virgen a nuevas experimentaciones. Es en esa época de natividades extraordinarias en que crece y se desarrolla Norberto Ceresole en Argentina. Su familia procede de la derecha peronista con algún que otro pariente entreverado que se decanta hacia la izquierda, lo que les había permitido sobrevivir a los diversos procesos purgatorios internos del Movimiento.

Es él quien piensa primero que nadie en la síntesis del leninismo con las teorías de Musssolini, uniendo en una misma esencia la captura del poder político y la idea de valerse de él para tomar acción contra el capitalismo internacional, a quien tantos culpan de todos los males del mundo. De paso, sitúa a los judíos en lo alto de una jerarquía universal conspiradora cuyo fin es la dominación universal.

Ganando becas del gobierno argentino viaja a Europa y cursa estudios de sociología en Francia, Italia y Alemania del Este. Allá conoce al Ché Guevara, que se lo presenta al comandante Manuel Piñeiro, uno de los jefes de la Inteligencia cubana, asignado desde entonces al trabajo con los movimientos subversivos latinoamericanos. Invitado por éste, Ceresole viaja a Cuba, se aprende el país de una punta a la otra y tiene tiempo para organizar sus ideas geopolíticas en una tesitura más radical. Es en esa estancia larga, con el recuerdo de Perón en la memoria y la observación cercana de Fidel Castro, cuando diseña la fórmula de un nuevo revolucionarismo: La unión Caudillo-Ejército-Pueblo. O sea, el estamento de gobierno ejecutivo conocido como Dictadura militar con apoyo popular, que lleva de añadido la referencia al papel que corresponde a los organismos de inteligencia y contrainteligencia en el Estado Novo. No en balde ha pasado tanto tiempo junto a Manuel Piñeiro.

La imprenta del Ministerio del Interior cubano es la que edita los primeros ejemplares de ese libro y la exposición de aquel modelo político influye activamente en Piñeiro y los oficiales de su entorno. Esto se hace extensivo a otras dependencias militares y a las estructuras del partido comunista en formación. Ceresole ha puesto en texto la dinámica del gobierno cubano, le ha focalizado un objetivo y la anuncia como el manual perfecto para la captura del poder y su retención indefinida.

Sin embargo, hay un tema sensible que no convence a todos y es su insistente negación del Holocausto Judío, los campos de exterminio y el daño que se le atribuye a Hitler y Mussolini. Es casi como vaciar los argumentos soviéticos de inocencia en Katyn y las estadísticas que dan un balance de más de veinte millones de muertos en la guerra mundial. Como consecuencia, los soviéticos piden su cabeza y aunque no se la sirven en bandeja de plata, Piñeiro le pone un montón de dinero en el bolsillo y le busca ubicación fuera del país.

En Perú acaba de ocurrir un golpe militar que ha situado a un grupo de generales ilustrados al frente del gobierno y la misión que le asignan a Ceresole es la de asesorar a Velasco Alvarado, el director de la Escuela Superior de Guerra, ahora entronizado como presidente de la República. El tema es la uniformidad ideológica de las Fuerzas Armadas y el Estado de acuerdo al esquema de Dictadura Militar con Apoyo Popular.

(continuará)

Jorge Daubar
Miami

11 comentarios:

  1. demasiado ladrilloso.
    dice un marielito amigo mio que no vino para estados unidos para que le den "teque".
    solavaya con la parte 2, 3...
    yo le huyo a esas novelas al estilo de "pepinillo" rivero en el diario las américas.
    lg rodriguez

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  2. Muy bueno, como te dije antes. Si la gente no quiere saber, que no lea. Pero para ellos. Mi mama lo llamaba: "hacer gala de ignorancia" y lo consideraba muy triste.

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  3. lg, mira que el odio es cariño, como dice la canción... yo sé que "sin embago" lo lees....

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  4. george, gracias por tus comentarios.
    lg rodriguez

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  5. lg, yo no soy george, pero sí alguien muy cercanita a él.

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  6. daubar?: gallo que hace relativamente poco tiempo salió de cuba, donde le publicaron un libro sobre la vida de capablanca, y hasta le ponían sus cositas en "la jiribilla", una publicación izquierdista de la isla.
    todavía le falta el baño del jordán con maría elvira y oscar haza.

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  7. todo indica que este aubar se autocrea su propio network de supporters para hacer ver que tiene una legión de seguidores.
    caballero mira que los cubanos comen mierda!

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  8. ¿Era Himmler quien decía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad? ¿Fue Lenin quien dijo: No ataquen al mensaje sino al mensajero? ¡Que par de patas para un banco! Ya no no existen pero dejaron seguidores. Difama, que algo queda.

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  9. Yo no soy un "seguidor" de Daubar pero me gusta como escribe y lo que dice siempre es importante. No lleven la animadversión al extremo.

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  10. Lo unico que he leido de Daubar fue el articulo que escribio acerca de la incursion de Colombia a Ecuador, y mi opinion es que fue un articulo barbaro (traduccion para los que no hablan Cubano: buenisimo).
    Tambien leia las criticas a Oscar Haza y Maria Elvira por estos lares y cuando estuve en Miami tuve la oportunidad de ver algunos programas de los dos, y pude comprobar que, contrario a lo que dicen sus detractores por acá, ambos son muy profesionales y educados. Lo que molesta de ellos es que no alaban al castrismo. Por eso, ahora siempre me fijo de donde viene la critica.

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