No hay que dejarse engañar: La Ley Helms Burton tiene como objetivo superior la destrucción de la base industrial cubana y la descapitalización del Estado y no el derrocamiento del régimen comunista, al que todos los análisis de las agencias de inteligencia norteamericanas y de otras potencias hace mucho que lo vincularon con la salud de Fidel Castro.
La ligadura filosófica del país con una ideología única, cuyo efecto más obvio ha sido la transustanciación del poder colectivo en un privilegio de caudillo, ha dejado a la sociedad cubana sin brújula ni derrotero. Resulta patético leer a estas alturas las exhortaciones de los principales dirigentes del nuevo gobierno a un mejor desempeño laboral de los cubanos, en intercambio por beneficios ulteriores que constituyen una deuda suya de largo plazo que ahora deben saldar aprisa. El dictador ha hecho mutis por el foro, pero su discurso ha sido tan avasallador que ellos no saben cómo expresarse con un vocabulario de gente llana, llamándole al pan pan y al vino vino, aunque han reconocido ya que el salario es la palanca de la economía y el cálculo económico el generador de bienestar. En idioma cubano: No se pone la carreta delante de los bueyes.
VANIDAD DE ALLÁ
Claro, hay que situar entre paréntesis que el muerto no está tan muerto todavía y que, en los intervalos entre estertores, es capaz de ofrecerle ayuda a un país remoto herido por la madre naturaleza o anunciar que la destitución de un ministro fue autorizada por él. Es sólo un ejercicio literario por que, en realidad, su autoridad es un tecnicismo remanente y sin importancia ejecutiva, aunque alguno de sus viejos generales pudiera creer que sí y eso sería un problema de gobernabilidad cuya solución habría que transportarla en tanques de guerra.
Sin embargo, el proceso de correcciones que veo desde la distancia es innecesariamente lento y pusilánime, como si el nuevo gobierno supiera que las fuerzas productivas del país, al ser liberadas, arrasarán con el sistema. Para ser creíbles tienen que ser sinceros y dejar a un lado esa retórica pasada de moda, que proclama un apego enfermizo a ciertas premisas ideológicas que no tienen otra alternativa que obviar si quieren recapturar el apoyo del pueblo. Adoptar mecanismos capitalistas para remendar los huecos económicos del comunismo y negar esa realidad desde la tribuna es un acto hipócrita o, si quieren, una vanidad vacua.
Por añadidura, no es suficiente la moderación actual de las acciones represivas por que se ejercen contra ciudadanos pacíficos cuya única culpa es reclamar derechos universalmente instituidos que se han comprometido a respetar. El reordenamiento económico de Cuba debe marchar parejo con la aceptación de que no todos los ciudadanos piensan igual y que mantener presos políticos es una aberración ajena a los principios éticos de un revolucionario. Las revoluciones se hacen para abrir las rejas no para encerrar tras ellas el pensamiento del Hombre. Y si no quieren que los opositores acepten financiamiento exterior, que sea el propio Estado quien se los provea con la misma largueza con que paga los gastos del Partido Comunista y su cortejo de organizaciones satélites. Esa sí es una norma enteramente democrática.
VANIDAD DE ACÁ
Por otro lado, Miami continúa aferrado a fórmulas de confrontación totalmente equivocadas en las que el resentimiento sustituye malamente a la razón y el grito usurpa el lugar de las ideas. Que aquí residan las víctimas de Fidel Castro no vale para justificar el establecimiento de un ambiente adverso para los disidentes de la que alguna vez fue la línea mayoritaria del Exilio. O peor aún, que supuestos apóstoles de la democracia interpongan sus malas influencias para retardar el ascenso de nuevos líderes que interpreten mejor que ellos la actualidad de Cuba. Intentar la deportación fuera de Miami de personas incómodas se equipara con las solicitudes de extradición que provienen de La Habana, dos amenazas que hay que desafiar con los pantalones bien puestos. La deportación permaneciendo aquí a todo riesgo y la extradición volando a Cuba a ver qué pasa.
Por añadidura, Miami es también una ciudad de victimarios en la que se pueden identificar no sólo a los que fueran agentes represivos del fidelismo, sino también a los que sirvieron a Batista con sus maldades. Se les puede ver ocupando mesas contiguas en un restaurante de la Calle 8, dedicándose amorosas sonrisas a la vista de algunas de sus víctimas, como si toda la redención que necesitan unos y otros es un plato de frijoles negros al estilo oriental. Entretanto, a la vista de esta comedia humana se deja pasar el momentum de Cuba sin tomar acción.
Para influir en los acontecimientos hay que involucrarse en ellos, participar del proceso con buena fe y mejor voluntad. Hay que deponer esa vanidad de sobrevivientes que confunde a la Patria con el botín de una guerra que no se ha ganado allá pero se está perdiendo acá. Igual que siempre advertí que había que ceñir el marco de las reclamaciones a sólo los derechos civiles por que son los que garantizan el ejercicio pleno de la ciudadanía, ahora insisto en que, amparados por el convenio mundial firmado recientemente por el gobierno cubano, debemos reclamar la modificación del sistema electoral para que sea el pueblo quien responda a la pregunta clave de todos estos años: ¿Un partido o todos los partidos? Yo tengo un sueño: Que el Cristo de La Habana se bautice de nuevo como el Cristo de la Concordia para que, a sus pies, los cubanos pactemos en libertad una paz eterna entre nosotros.
Jorge Daubar
Miami
jorgedaubar@yahoo.com
La ligadura filosófica del país con una ideología única, cuyo efecto más obvio ha sido la transustanciación del poder colectivo en un privilegio de caudillo, ha dejado a la sociedad cubana sin brújula ni derrotero. Resulta patético leer a estas alturas las exhortaciones de los principales dirigentes del nuevo gobierno a un mejor desempeño laboral de los cubanos, en intercambio por beneficios ulteriores que constituyen una deuda suya de largo plazo que ahora deben saldar aprisa. El dictador ha hecho mutis por el foro, pero su discurso ha sido tan avasallador que ellos no saben cómo expresarse con un vocabulario de gente llana, llamándole al pan pan y al vino vino, aunque han reconocido ya que el salario es la palanca de la economía y el cálculo económico el generador de bienestar. En idioma cubano: No se pone la carreta delante de los bueyes.
VANIDAD DE ALLÁ
Claro, hay que situar entre paréntesis que el muerto no está tan muerto todavía y que, en los intervalos entre estertores, es capaz de ofrecerle ayuda a un país remoto herido por la madre naturaleza o anunciar que la destitución de un ministro fue autorizada por él. Es sólo un ejercicio literario por que, en realidad, su autoridad es un tecnicismo remanente y sin importancia ejecutiva, aunque alguno de sus viejos generales pudiera creer que sí y eso sería un problema de gobernabilidad cuya solución habría que transportarla en tanques de guerra.
Sin embargo, el proceso de correcciones que veo desde la distancia es innecesariamente lento y pusilánime, como si el nuevo gobierno supiera que las fuerzas productivas del país, al ser liberadas, arrasarán con el sistema. Para ser creíbles tienen que ser sinceros y dejar a un lado esa retórica pasada de moda, que proclama un apego enfermizo a ciertas premisas ideológicas que no tienen otra alternativa que obviar si quieren recapturar el apoyo del pueblo. Adoptar mecanismos capitalistas para remendar los huecos económicos del comunismo y negar esa realidad desde la tribuna es un acto hipócrita o, si quieren, una vanidad vacua.
Por añadidura, no es suficiente la moderación actual de las acciones represivas por que se ejercen contra ciudadanos pacíficos cuya única culpa es reclamar derechos universalmente instituidos que se han comprometido a respetar. El reordenamiento económico de Cuba debe marchar parejo con la aceptación de que no todos los ciudadanos piensan igual y que mantener presos políticos es una aberración ajena a los principios éticos de un revolucionario. Las revoluciones se hacen para abrir las rejas no para encerrar tras ellas el pensamiento del Hombre. Y si no quieren que los opositores acepten financiamiento exterior, que sea el propio Estado quien se los provea con la misma largueza con que paga los gastos del Partido Comunista y su cortejo de organizaciones satélites. Esa sí es una norma enteramente democrática.
VANIDAD DE ACÁ
Por otro lado, Miami continúa aferrado a fórmulas de confrontación totalmente equivocadas en las que el resentimiento sustituye malamente a la razón y el grito usurpa el lugar de las ideas. Que aquí residan las víctimas de Fidel Castro no vale para justificar el establecimiento de un ambiente adverso para los disidentes de la que alguna vez fue la línea mayoritaria del Exilio. O peor aún, que supuestos apóstoles de la democracia interpongan sus malas influencias para retardar el ascenso de nuevos líderes que interpreten mejor que ellos la actualidad de Cuba. Intentar la deportación fuera de Miami de personas incómodas se equipara con las solicitudes de extradición que provienen de La Habana, dos amenazas que hay que desafiar con los pantalones bien puestos. La deportación permaneciendo aquí a todo riesgo y la extradición volando a Cuba a ver qué pasa.
Por añadidura, Miami es también una ciudad de victimarios en la que se pueden identificar no sólo a los que fueran agentes represivos del fidelismo, sino también a los que sirvieron a Batista con sus maldades. Se les puede ver ocupando mesas contiguas en un restaurante de la Calle 8, dedicándose amorosas sonrisas a la vista de algunas de sus víctimas, como si toda la redención que necesitan unos y otros es un plato de frijoles negros al estilo oriental. Entretanto, a la vista de esta comedia humana se deja pasar el momentum de Cuba sin tomar acción.
Para influir en los acontecimientos hay que involucrarse en ellos, participar del proceso con buena fe y mejor voluntad. Hay que deponer esa vanidad de sobrevivientes que confunde a la Patria con el botín de una guerra que no se ha ganado allá pero se está perdiendo acá. Igual que siempre advertí que había que ceñir el marco de las reclamaciones a sólo los derechos civiles por que son los que garantizan el ejercicio pleno de la ciudadanía, ahora insisto en que, amparados por el convenio mundial firmado recientemente por el gobierno cubano, debemos reclamar la modificación del sistema electoral para que sea el pueblo quien responda a la pregunta clave de todos estos años: ¿Un partido o todos los partidos? Yo tengo un sueño: Que el Cristo de La Habana se bautice de nuevo como el Cristo de la Concordia para que, a sus pies, los cubanos pactemos en libertad una paz eterna entre nosotros.
Jorge Daubar
Miami
jorgedaubar@yahoo.com
Frijoles estilo oriental? Ese seria un buen tema para el Piri-Piri! Pero bromas aparte, me identifico con lo expresado por el Sr. Daubar sobre lo que dice de las vanidades…La Hoguera de las Vanidades! Y hay nos estamos consumiendo, como el indio Hatuey.
ResponderEliminarFeliz día de los padres para mis cofrades blogeros!!!
desgraciadamente hay demasiados intereses conspirando para que la situación cubana se componga, allá y acá. allá, porque se acaban las excusas. aquí porque se acaba el negocio. este año fiscal que viene son más de 45 millones para repartirse entre los grupitos.
ResponderEliminarasí que una epidemia que los barra a todos, allá y aquí no vendria mal.
lg rodriguez
Excelente comentario sr. daubar. Me sumo completamente a el. Creo que ese es el espiritu que nos debe animar a todos , el de la Concordia. Yo tendre que hacer las paces con los antiguos batisitianos y otros tendran que hacer de tripas corazon para aceptar a los verdugos comunistas, pero al final ytenemos que ceder en nustros egoismos por una causa mayor; CUBA.
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