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martes, junio 26

Historia de una dinastía

La primera vez que visité la Finca Vigía – lo confieso – no lo hice porque Ernest Hemingway me atrajera. Lo hice porque mi amigo Bernardo Marqués me había regalado “Hemingway en Cuba”, de Norberto Fuentes y yo tenía una curiosidad inmensa en saber si el ambiente que Norberto describió era real. Me explico: llegué allí con la idea de que si Norberto tenía razón, entonces la Finca Vigía era el paraíso de todo escritor y Martha tuvo razón cuando escogió el lugar para que Ernest pariera sus escritos. Martha sabia lo que hacía, lo confirmé. Años más tarde, en la casa de Ernest con Pauline en Key West, sentado en una silla en el jardín – tras abonar el módico precio de 10 dólares (me disculpan, fueron 20 dólares, hube de pagar también la entrada de la novia de ocasión – perdón, mi amor), y cuando uno de los gatos – nieto de los originales – me saltó arriba y allí se dejó quedar, tuve la premonición de que el trabajo de los escritores, más allá del reflejo de la realidad presente es, la anticipación del futuro y asegurar esa vigencia más allá de las calandae griegas. Esta noche, ojeando mi viejo centro de trabajo, el falangista ABC madrileño (ya sé que muchos se preguntarán cómo he ido a parar al ABC, pero hay misterios que nunca se revelan, incluso a uno mismo) descubro este articulo de Norberto sobre la Cuba después de Vilma. Sus implicaciones y consecuencias. Todo esto para decirles que, con este articulo, creo que Norberto está cruzando la frontera del escritor hacia la del historiador. Me pregunto si se habrá dado cuenta. Los mantendré al tanto.